Susana Strozzi I.- Analistas practicantes, analistas en formación, analizantes tout-court… cada uno intentando inventar, en su singularidad, un saber hacer con aquello que Freud llamó el Urverdrängt. La experiencia analítica, ¿qué es, sino un dar vueltas alrededor de ese agujero? … hasta que, de pronto, algo cesa de no escribirse y lo que entonces se puede nombrar hace posible nuevos anudamientos. Partir del Fiat trou lacaniano, en lugar del Fiat lux ilustrado, ayuda a entender la dificultad de los debates, en razón de ese cráter singular que opera en cada uno, más allá de las cualidades de estilo y de saber referencial, siempre bienvenidos. II.- Hace algunos meses hice – con un muy breve intervalo - dos lecturas de un mismo libro: “La psychanalyse à l´épreuve de la guerre”. De la primera lectura me quedaron, a modo de conclusiones, 1) la puntuación de M-H.Brousse: “No hay guerra sin discurso” y 2) su ensayo de modelización que utiliza las tres dimensiones de lo imaginario, lo simbólico y lo real, apoyada en la función de medio que cada una puede tomar en el anudamiento que supone toda actividad humana. Una modelización en la cual la agresividad está al servicio de lo simbólico, transformando a lo simbólico en medio para lo real y reduciendo los ideales del yo a los imperativos del superyó, produciendo un retorno de lo real sobre el cuerpo fragmentado y lo inatrapable de la vida. Un modelo que permite acercarse a lo que La guerra muestra como “modo de gozar”, como régimen de goce y que constituye el núcleo de su propuesta de una nueva psicología de masas, a partir de los postulados lacanianos y a la luz de los trabajos de J-A. Miller, Eric Laurent y G. Wajcman. La re-lectura se hizo a partir de la invitación a participar en una mesa plenaria en las IX Jornadas de la NEL, en octubre pasado, cuyo tema era – en puntual referencia latinoamericana – “la actualidad de nuestras guerras”. Allí algo saltó: un significante, una resonancia en el cuerpo. Hasta que la frase se armó, con lo fulgurante de la sorpresa y el alivio de la certeza: “Pero, entonces, … esto es una guerra! ” Esto quiere decir mi país – Venezuela - y una guerra, lo que allí sucede… y no desde ayer. III.- Lo que advino con la frase me permitió cortar y reacomodar en el entendimiento; entre otras cosas, a partir de un texto propio acerca de los llamados “neo-populismos” latinoamericanos, en el cual – intento de lectura académica - había jugado con los “cuadrípodos”, como llamó Lacan a los discursos. Pero lo que advino con la frase no sólo resignificaba - relanzándolo - el trabajo anterior, sino que le dió cuerpo. Porque – y cito literalmente a M-H. Brousse – “Como decía Napoleón, en la guerra y en el amor, “para terminar” hay que tocar. La guerra es un asunto de cuerpos.” [1] A partir del “Esto es una guerra” se hicieron posibles los recortes que quiero transmitir: el primero es el que concierne a la transformación de lo simbólico como medio de lo real y a la del Ideal del Yo en los desencadenamiento del super-yo. No se trata – en el caso de Venezuela - de insistir acerca del abuso de las metáforas bélicas como consignas del discurso político, del tipo “la guerra económica” o el “ataque imperialista”. Es el imperativo “Patria, Socialismo o Muerte” cuya eficacia se lee (en una acumulación que lleva casi dos décadas) en la destrucción y las ruinas que asolan la geografía física, política y económica venezolana – paisaje, recursos, aparato productivo – pero, sobre todo, en la puesta en juego de la destrucción de los cuerpos, los organismos humanos, por el hambre y la enfermedad que sobrevienen con la falta de alimentos y de medicinas (redoblada por el colapso de los servicios asistenciales). Asimismo, en la búsqueda incesante de la aniquilación sistemática del “enemigo”. Un esfuerzo apuntalado en la compra de armamento pero asimismo en la multiplicación de los aparatos de detección, represión y de propaganda política. Una represión cuya violencia parece, en estos días, acercarse al paroxismo. En lo que concierne a lo real un solo recorte basta. Lo que aún insiste - desde algunos titulares y estudios - como “aumento de la criminalidad”, apoyados ambos a lo largo de años en las cifras y las descripciones de actos cada vez más desbordados, alcanzan una culminación muy particular: el retorno de y a los cuerpos fragmentados. Los desmembramientos, los hallazgos macabros de cabezas cercenadas, que son noticia cotidiana y reinan en las redes. Verdadera explosión de los cuerpos que realiza en cada fragmento la producción del objeto. Destrucción, entonces, material y humana, y también de los lazos sociales que ordenan los discursos. Destrucción de las jerarquías, de las posiciones y las funciones sociales que se refugian en el seno del que se intenta sea el único orden que subsista. El de la Fuerza Armada. Se intenta. No se ha logrado. Por eso no sólo el programa de investigación se reordena. La historia no está terminada. Queda este otro resto que me permite decir: "El resto la próxima vez..." " Es la próxima vez!" / "The rest next time-" "It is next time!"[2] Con la vacilación en poner el punto final porque anuncia … la próxima vez de la próxima escritura. [1] Op.cit., p.159. [2] Carroll,L. Líneas del poema que sirve de obertura a las “Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas . La section commentaire est fermée.
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