Carlos Márquez En la Venezuela actual la sucesión de instantes de ver no permite que cuaje el tiempo para comprender y el momento de concluir es todavía lejano. En medio de esta tormenta de tiempos lógicos aparece una figura enigmática. La Fiscal General de la República fue ratificada en diciembre de 2014 sin cumplir con los extremos constitucionales, apoyada por el vicepresidente del PSUV, Diosdado Cabello, que en ese momento era presidente de la Asamblea Nacional, para contrarrestar la influencia de Cilia Flores, compañera sentimental de Nicolás Maduro.
Desde siempre militante de partidos de extrema izquierda, la Fiscal General tuvo participación directa en el absurdo juicio que se le siguió al líder opositor Leopoldo López con el que se le acusó y se le condenó a trece años de prisión por dar un discurso en 2014. Ella hizo que se condenara a un líder opositor, achacándole los opositores muertos, que fueron asesinados por agentes policiales, militares o paramilitares del gobierno. Como se puede ver, Luisa Ortega Díaz no puede ser ubicada como una ficha de la oposición democrática. Y hete aquí que esta dama es quien denuncia la ruptura del hilo constitucional. Junto con el del presidente actual de la Asamblea Nacional, quien rompe las sentencias frente al mismo Tribunal Supremo de Justicia que había perpetrado el golpe de Estado, son los dos actos que desencadenan la insurrección popular en curso. Pero si bien el acto del presidente de la Asamblea Nacional fue extraño dado su talante moderado, con el que se ha ganado insultos por parte de la oposición radical, el ratón en el ballet lo puso la Fiscal General. Y no se detuvo allí. Con cada una de las pocas intervenciones que ha tenido en casi sesenta días de protestas, se aleja más del consorcio discursivo, partidario y de negocios que maneja todos los resortes del Estado. Mientras que en la oposición unos la aplauden y otros sospechan, en el campo del chavismo primero intentaron hacerla volver al redil pero ahora se enfurecen cada vez más. Diosdado Cabello la tilda de traidora sin ningún tapujo y pide perdón por haberla promocionado, Elías Jaua, quien preside la horripilante comisión que se armó para destruir “la mejor constitución del mundo” dice que “la república no soporta un Ministerio Público como ese” y el sistema de medios públicos no transmite sus declaraciones, que quedan para Periscope, Facebook y Twitter, como si se tratara de cualquier dirigente de la oposición. La carta con la cual declina participar de ese esperpento constituyente nos da algunas claves. En primer lugar dice que es inconveniente tratar de cambiar la forma del Estado en medio de “la crisis indudable y sin precedentes que atraviesa el país”, separándose de la retórica de la guerra económica y de la supuesta conspiración de la derecha y el imperialismo. Luego añade que esa constitución de 1999 transitó un referéndum para convocar una Asamblea Constituyente, cuyos miembros fueron elegidos por elecciones directas, secretas y universales y fue coronada con un referéndum aprobatorio. Todo eso falta en las bases comiciales “corporativas” de la actual. Pero la perla de su acto la encontramos cuando dice que “La constitución de 1999 es inmejorable, además de ser el mayor legado del presidente Hugo Chávez”. Desde su muerte el chavismo se apresuró a pregonar por todos lados que “Chávez vive”, embalsamaron su cuerpo, y declararon a Nicolás Maduro como “su hijo”. La operación de dar al padre por muerto, que su legado sea la letra “inmejorable” de la constitución de 1999, y no el capricho despótico con el cual el “hijo” se identifica con él, pudo haber augurado algún futuro a este movimiento político. La dama entonces no fue que cambió de blanca a negra, sino que se ubicó a un lado del tablero y desde ahí opera como un tercero que sostiene el lugar vacío de la ley. Esto es imposible de soportar para un discurso según el cual la ley es una coartada de fuerzas inmanentes de la historia, en una pugna que se dirime en términos de absolutos teleológicos. La movida de la Asamblea Constituyente les está ́ saliendo muy cara en términos de apoyo popular y de cohesión interna. Después de machacar durante años sobre ese fetiche que era el librito azul que el “Comandante Eterno” siempre llevaba en el bolsillo de la camisa, al lado del corazón, ahora resulta que no era más que un “gran adelanto” y que la nueva constituyente del “hijo” es lo que realmente el padre hubiera querido. El problema es que esa constitución no sólo es legítima sino que es amada por todo el mundo. La oposición terminó por aceptarla y tomarla como bandera frente al poder omnímodo del padre y del hijo y el chavismo la ama como “el mayor legado” de aquel. La Fiscal General es ahora objeto de improperios por el aparato de propaganda del Estado, marchas chavistas en su contra y acusaciones por parte de los militares que están siendo investigados por la policía judicial a su cargo por los abusos de toda clase que cometen a diario contra los manifestantes. Ella desnuda la voluntad traidora del hijo en relación con el padre, que no quiere ir más allá de él, sino que quiere ocupar su lugar de amo absoluto. Siempre me pareció enigmático eso que Lacan dice de que un neurótico desea un padre muerto. Pero ese enigma tal vez pueda aclararme la posición de la Fiscal General. Tal vez para ella hace falta fijar el deseo de este padre por lo dichos según los cuales trató de hacer avanzar la democracia y no por los múltiples abusos e infidelidades con respecto a su propio “legado” y de los cuales “el hijo” no es más que la desastrosa comedia. ¿Hay tiempo? Los militares son una caja negra. Si se mantienen unidos al lado de Nicolás Maduro, vienen años de dictadura y de insurrecciones que ya no serán de jóvenes con escudos de cartón lanzando piedras en la autopista. Si los militares se dividen por la operación de la Asamblea Constituyente, tal vez nos desbarranquemos hacia una guerra civil. Pero paradójicamente este escenario de división de las fuerzas armadas es el que abre la posibilidad de una negociación realista que incluya por fin a esa parte de la población que nunca formó parte del proyecto chavista, y que ha crecido hasta romper en pedazos la lógica de la polarización social y política. La dama por su parte abre un campo nuevo. El de aquellos miembros del funcionariado chavista que no quieren abandonar “el legado” y que por sus efectos deletéreos no lo identifican más con el despotismo del “hijo”. La section commentaire est fermée.
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